CUANDO YO ME HICE CRIMINAL EN LOS MONTES DE TOLEDO
(ROMANCE DE MORALEDA)
Bernardo Moraleda en el Castillo de Prim. 1935
cuando yo me hice criminal de los montes de toledo
(romance de moraleda)
Cuando yo me hice criminal en los Montes de Toledo
lo primero que robé fueron unos ojos negros
que tenía una mujer en una cara morena.
La vida me ha de costar si no me caso con ella.
Si no me caso con ella, me casaré con su hermana
y el consuelo que me quedará será llamarla cuñada.
Rosita de los rosales, rosita de Alejandría.
Ahí te quedas con tus padres que yo me voy a la Argentina.
Si te vas a la Argentina ¿Con quién me quedaré yo?
Ahí te quedas con tus padres, para septiembre vuelvo yo.
Para septiembre cuando vuelvas ya no me conocerás,
que mata más una pena que una larga enfermedad.
En una sala cuadrada me pongo a considerar
lo falsos que son los hombres al lado de las mujeres,
que primero las aprecian y luego ya no las quieren.
En una sala cuadrada lo digo y no me arrepiento.
Si alguno me está escuchando que diga si en algo miento.
Anónimo popular
Este pequeño romance se cantaba ya hace años en Navas de Estena y en alguna otra localidad próxima, lo hacían generalmente los jóvenes por Navidad y al rondar en las fiestas y bodas.
Se trata de una composición de carácter popular de temática amorosa con una métrica y rima sencillas. Es un diálogo entre una pareja de enamorados, él declara su amor a una joven y su intención de casarse con ella; piensa marcharse por un tiempo a Argentina, se alejará de su amada aunque después regresará. Ella también manifiesta su amor por el joven, le reprocha que la abandone, le expresa el dolor que la causará y le acusa de no quererla lo suficiente.
Podría tratarse de la despedida de un joven emigrante que marcha a la Argentina, se despide de su amada y esta duda si regresará.
Según dice la tradición se refiere a Bernardo Moraleda Ruiz, el último bandolero de los Montes de Toledo, y hay que añadir que incluso se transmitía la idea de que el propio Moraleda lo había compuesto cuando estaba enamorado de una joven. Esta última afirmación tiene poco fundamento, el bandolero carecía de la formación para elaborar una composición de este tipo, en la que incluso aparece algún cultismo, y de haber sido así, en aquel tiempo únicamente se habría difundido a nivel muy local y no tan ampliamente como se podrá constatar más adelante. Aunque es una composición sencilla hay que entender que es obra de una persona conocedora de este género, seguramente se imprimió en un pliego de cordel y fue difundida por este medio. Después se versionaría.
Este tipo de romances, al igual que las coplas, fueron muy populares durante bastante tiempo y se difundieron por toda la geografía de nuestro país, sobre todo desde el siglo XVII hasta mediados del XX. Se encuadran dentro del género popular de las coplas de ciego y de la literatura de cordel.
Los ciegos los recitaban o cantaban acompañándose a veces con algún instrumento musical por las calles y plazas a cambio de un donativo por parte del público que le escuchaba. En algunas ocasiones también se valían de carteles ilustrados con imágenes relacionadas con lo que recitaba en ese momento. En un principio su transmisión era oral, pero se comenzaron a imprimir en pliegos que se exponían colgados con pinzas en una cuerda para que los pudiesen ver los posibles compradores mientras el vendedor recitaba algunos fragmentos de los que tenía expuestos. Se vendían por una módica cantidad y quienes las compraban los leían, los memorizaban y los difundían entre otras personas. Este hecho propició su amplia difusión, incluso entre aquella población que era analfabeta.
Muestra de la popularidad adquirida por este género literario es que aunque poetas de renombre lo despreciaron, otros lo practicaron. Un caso muy conocido es el Eugenio Gerardo Lobo Huerta, nacido en Cuerva (Toledo) en 1679, quien dominó de forma excelente la poesía culta y su obra fue muy valorado en su época e incluso después. No dudó en escribir coplas de carácter popular cargadas de ingenio y sátira que adquirieron bastante popularidad, no en vano se le conoció como «El capitán coplero».
No es desacertado el pensar que el origen de este tipo de composiciones podrían tener sus raíces en los romances tradicionales que los juglares iban recitando y en el Romancero Viejo.
Dado que España fue la cuna de la literatura de cordel y que la popularidad que adquirió fue muy amplia, desde aquí se difundió a otros países, tales como Portugal, Italia e incluso de Sudamérica.
De todas formas, esta literatura popular no estaba bien vista por la clase culta de la sociedad y tendría que pasar bastante tiempo hasta que se le dedicase la atención que merecía.
Ya en el siglo XIX surgió un cierto interés por los romances tradicionales y algunos intelectuales comenzaron a recogerlos y estudiarlos.
El eminente historiador y filólogo Ramón Menéndez Pidal desde joven se interesó por los romances gracias a la influencia de su hermano mayor Juan y este interés fue acrecentándose con el paso del tiempo. A principios del siglo XX había asumido junto con su esposa la labor de recoger y coleccionar romances populares, juntos fueron recopilándolos cuando hacían algún viaje o se los facilitaban algunos colaboradores, sus «corresponsales». Con todos los romances que fueron acumulando se constituyó el Archivo del Romancero Menéndez Pidal – Goyri. En 1923 se editó su obra «Flor Nueva de Romances Viejas», reflejo sus trabajos y teorías.
En 1969 el antropólogo Julio Caro Baroja publicó «Ensayo sobre la literatura de cordel», fruto de sus investigaciones y de su labor de recopilación, con ella puso en valor esta literatura del pueblo.
En las décadas de los años setenta y ochenta, incluso después, se despertó bastante interés por este género literario y hubo personas que se dedicaron a ir por los pueblos preguntando a sus mayores para poder recopilas canciones y romances que corrían el riesgo de perderse. Si lo que hacían era grabar las interpretaciones en directo, lo realizaban en muchos casos con unos elementos técnicos muy elementales, a veces únicamente con su cassette, movidos por la inquietud y el interés de preservar esa amplia cultural rural. En muchos casos gracias a su labor se han conservado y han llegado hasta nosotros.
Tampoco debe olvidarse que por entonces aparecieron bastantes grupos musicales interesados por interpretar y difundir esa música de base popular, eran los grupos denominados «folk» que en su repertorio, además de sus propias creaciones, incluían canciones tradicionales a veces con un toque moderno.
Sin restar importancia a todas aquellas personas, un ejemplo muy destacado es el de Joaquín Díaz González que durante décadas se ha dedicado a estudiar y recuperar el folklore tradicional, así como a recopilar instrumentos tradicionales. Fruto de su labor y la de otros colaboradores surgió la Fundación Joaquín Díaz con sede en Urueña (Valladolid). En ella se conservan amplios fondos escritos y sonoros relacionados con la cultura tradicional oral, también alberga una notable colección de instrumentos musicales.
En cuanto al romance que aquí se presenta se pueden hacer las siguientes anotaciones para constatar su difusión por la geografía nacional con distintos títulos y versiones:
– En la pequeña obra «Cantares populares de Toledo coleccionados y comentados» por el licenciado Juan Moraleda y Esteban publicada en 1889 por la imprenta y Librería Lara de Toledo recogió una serie de coplas o cantares profanos y religiosos. Estaban dedicados a la ciudad, a sus monumentos, a sus habitantes, a sus costumbres y a su santoral. Posteriormente recogió otros cantares y en el año 1903 publicó «Más cantares toledanos» y entre ellos aparece este:
Cuando yo fui criminal
en los Montes de Toledo,
lo primero que robé
fueron unos ojos negros.
– En el disco El Calendario del Pueblo. Vol. 2 de 1972. Ed. Movieplay está recogido el romance «Cuando yo era ladrón». El intérprete es Joaquín Díaz.
– En la localidad de Cogoces del Monte (Valladolid) en 1978 se recopiló una versión titulada «Rosita de Alejandría». También se cantaba en Rosinos de la Requeja y en Santiago de la Requeja (Zamora).
– En el año 1982 Macario Santamaría Arias recopiló una serie de coplas de jotas en Monzoncillo (Segovia ) y entre ellas aparece una muy similar a la recogida en 1903. El archivo sonoro se encuentra en la Fonoteca de la Fundación Joaquín Díaz. Es el Archivo Tradicional Oral Nº 308 -23. Las jotas las interpretó Alejandro Herrero, el tío «Soguero». La letra es esta:
En los Montes de Toledo
cuando yo fui criminal,
en los Monte de Toledo
lo primero que robé
fueron unos ojos negros ,
fueron unos ojos negros
que llevaba una mujer.
– La versión «Cuando Luis era ladrón» está recogida en el Cancionero de la comarca del Aliste, en concreto procede de la localidad de Abejera (Zamora).
Su primera estrofa es esta:
Cuando Luis era ladrón
en los montes Pirineos
lo primero que robó
fueron unos ojos negros.
– «Amor mío si te vas » es una variación de «Cuando Luis era ladrón» recogida en Ferreruela de Tábara (Zamora) y Nuez de Aliste (Zamora). El grupo Santarén Folk la incluyó en su disco «Tocando al vuelo» en 2005.
– En Quintanilla de Tres Barrios (Soria) hay recogida otra versión titulada «Ábreme la puerta, sol».
La letra completa que aquí aparece se recopiló en Navas de Estena en Enero del año 2009. La interpretaron a dúo Marina Rodríguez García y Ramón García Arroyo.
Navas de Estena, 14 de Octubre de 2015
Javier Tordesillas Ortega